Experiencia de viaje a India, por Marta Velasco -Desia-
Desia, un retiro de paz en el valle de Koraput
Al sur de Odisha, en medio del valle de Koraput, se encuentra Desia, un proyecto de turismo sostenible que tuvimos la oportunidad de conocer y disfrutar en la etapa final de nuestro viaje. Un lugar ideal para los que buscan tranquilidad, un remanso de paz donde el sonido ambiente de la propia naturaleza sólo era interrumpido por los tambores de los poblados vecinos; contrastando con el bullicio de las grandes ciudades en India.
Desia es un lugar especial que no deja indiferente. Parte de su encanto reside en esa capacidad de haber sabido integrarse en el entorno, respetando el medio ambiente, mediante el uso de materiales naturales y autóctonos (terracota, piedra y madera fundamentalmente) y eligiendo un modelo de arquitectura local inspirado en la naturaleza y en los motivos tribales. Pero la integración va más allá, ya que todos los trabajadores de Desia son habitantes de la zona; hombres y mujeres de poblados vecinos que han tenido la oportunidad de formarse en distintas habilidades relacionadas con la hostelería con las que luego han encontrado el modo de ganarse la vida; gente amable y sencilla con la que convivimos durante varios días y que hicieron nuestra estancia agradable y enriquecedora.
Durante nuestra estancia en Desia, cada jornada empezaba con una sesión de yoga al amanecer, antes de disfrutar del desayuno; y finalizaba compartiendo momentos de tertulia, de risas, de música… o escuchando esas historias fascinantes que Samar (nuestro fantástico guía) disfrutaba narrando… en definitiva, celebrando de alguna manera la dicha de estar allí juntos compartiendo un momento único e irrepetible bajo un inmenso cielo estrellado. Y para aquellos con paladar exquisito, destacar la buena mano del cocinero; aún puedo evocar claramente el sabor especiado del dhal, el arroz con vegetales, los huevos, las tortitas… y el dulce aroma del “masala tea” recién hecho. La guinda para un pastel elaborado con mucho mimo.
Desde nuestro retiro, aprovechamos también para recorrer el maravilloso entorno natural que nos rodeaba, una riqueza paisajística fascinante que fuimos descubriendo a cada paso: la variedad cromática de los valles, con sus verdes arrozales que contrastan sobre un suelo marrón rojizo, bosques frondosos con árboles centenarios, cascadas de vértigo cuyas aguas desembocan en ríos caudalosos color chocolate… Paseamos por poblados y por algunos de los mercados locales de la zona, donde pudimos presenciar la interesante diversidad cultural de Koraput, una región en la que todavía hoy conviven más de 60 tribus diferentes que conservan sus tradiciones intactas.
Recuerdo con cariño especial nuestra visita al poblado de algunos de los trabajadores de Desia, que nos mostraron sus humildes pero encantadoras casitas y se reunieron luego en las calles para celebrar. Al son de instrumentos de viento y tambores, las mujeres formaron un corro y nos invitaron a unirnos a ellas para bailar. Fue emocionante cómo, sin hablar el mismo idioma y sólo con la expresión corporal, nos entendimos y conectamos… y al menos por un momento consiguieron integrarnos en su comunidad.
Pero más allá de nuestra bonita experiencia y lo que allí disfrutamos, conocer Desia fue para nosotras una oportunidad de descubrir otra manera de ayudar a la gente del lugar, ofreciendo empleo y formación a través de un proyecto respetuoso con sus habitantes, con el medio ambiente y con la cultura de la región. Un ejemplo de creatividad y saber hacer al que sinceramente deseo suerte y prosperidad.
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